Giuseppe Garibaldi

giuseppe garibaldi

La derrota de Napoleón en Waterloo tuvo un efecto enorme en Europa, que vivió una gran transformación política a lo largo del siglo posterior. La unificación italiana, o Risorgimento, fue un conflicto cruento, y una de las principales figuras que surgieron de él fue Giuseppe Garibaldi.

Nacido en 1807 en una familia de comerciantes en Niza (parte de Italia en aquel momento), Garibaldi creció en una región finalmente liberada del gobierno napoleónico. Aunque el deseo de su madre era que se ordenase sacerdote, se convirtió en un marinero talentoso y sirvió en la marina de Piamonte-Cerdeña durante diez años. En ese momento los italianos se encontraban bajo la influencia de Giuseppe Mazzini, el padrino del nacionalismo italiano y creador del movimiento de la ‘Joven Italia’.

Garibaldi se quedó tan prendado de las enseñanzas de Mazzini que participó en una conspiración fracasada para tomar el arsenal de Génova y fue condenado a muerte por la corte genovesa. Huyó a Sudamérica en 1836 para salvar la vida. Los estudios modernos sobre Garibaldi se centran sobre todo en sus logros en el Risorgimento más que en el tiempo que pasó en el exilio. Rodeado por escenas de rebelión, fue en Sudamérica donde se moldeó su personalidad revolucionaria.

Como capitán naval de la República Riograndense, ayudó al pequeño estado de facto a separarse del gobierno brasileño. Como mercenario sudamericano, Garibaldi se incorporó a la Marina uruguaya en 1842 y participó en otra liberación, siendo su momento más destacado en 1846, en las batallas de Cerro y Sant’Antonio. Las noticias de sus victorias heroicas llegaron hasta Europa y la guerra de guerrillas que Garibaldi aprendió en su estancia en Sudamérica le resultaría de un valor incalculable más adelante, al regresar triunfante al Viejo Mundo.

En abril de 1848, Italia se fracturó en el Imperio austriaco en el norte, los Estados papales del centro regidos por el papa y el reino de Nápoles en el sur. Pero Garibaldi y los miembros de la Legión italiana estaban preparados y esperando a luchar por la unificación de Italia. Los patriotas eran conocidos como los Camisas rojas debido a su famoso uniforme escarlata y luchaban como vigilantes después de que sus servicios fuesen rechazados por el papa Pío IX y Carlos Alberto, rey de Piamonte-Cerdeña. En ese momento, Garibaldi era un punto de reunión para el creciente movimiento nacionalista, pero no se habían olvidado sus primeras condenas y muchos no estaban dispuestos a apoyar a este líder guerrillero.

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En nombre de Mazzini, que estaba exiliado en Londres en la época, el aumento de los efectivos de los Camisas rojas ayudó a expulsar al Imperio austriaco de Milán, pero en agosto de ese año, sin apoyos, se vieron forzados a retirarse a Suiza ante la defensa austriaca. Tras un breve paréntesis, Garibaldi volvió al redil y determinado a aliar a los estados italianos enfrentados. A la cabeza de un grupo de voluntarios que se dirigían a Roma en febrero de 1849, rechazó a un ejército francés leal al papa, consiguiendo una importante victoria en la puerta de San Pancracio.

Pero al verse incapaces de resistir más tiempo, la Legión italiana abandonó Roma y emprendió una osada huida de los atentos ejércitos austriaco y francés, en la que pereció Anita, la esposa y compañera de armas de Garibaldi, justo al llegar al territorio neutral de San Marino. Perseguido de forma obstinada por los austriacos, Garibaldi atravesó los Apeninos y logró huir. El rebelde con causa no volvió a Italia hasta 1854, pero en su ausencia, se agrandaron las historias de sus logros. Tras algunos años viajando por América del Norte y del Sur, Garibaldi volvió una vez más.

Tras un intento audaz de liberar a unos prisioneros políticos en Nápoles en 1858, Cavour, el primer ministro del Piamonte, requirió sus servicios. Con el rango de mayor general del ejército piamontés, Garibaldi dirigió a un grupo de cazadores alpinos para capturar Varese y Como, llegando hasta la frontera de Tirol del Sur. La Lombardía ya era parte del Piamonte y el resto de Italia estaba en el punto de mira de Garibaldi a medida que aumentaba en empuje del Risorgimento. El Norte de Italia ya estaba unificado y en relativa paz cuando Garibaldi conversó con el rey Víctor Manuel II en Florencia sobre una posible invasión de los Estados Papales en el centro de Italia.

El rey finalmente se echó atrás; no compartía la visión de Garibaldi de la unificación completa y sólo estaba preocupado por la expansión de las fronteras del Piamonte. A pesar de la decepción por la devolución de Niza a Francia, Garibaldi logró conquistar los Estados Papales, y los siguientes territorios pretendía que fuesen Sicilia y Nápoles. Incluso sin el respaldo del gobierno, Garibaldi navegó desde Génova hasta Sicilia con un ejército de 1.000 Camisas rojas y se proclamó dictador al desembarcar. A los campesinos sicilianos les atraía su promesa de acabar con la esclavitud y el feudalismo, aún vigentes en la isla. En cuestión de un mes, fue capturada la capital de Palermo.



A los Camisas rojas se les unieron unos aliados húngaros y recibieron luz verde de Cavour y Víctor Manuel para avanzar hacia el norte. Tras cruzar el estrecho de Messina, Garibaldi conquistó Nápoles el 7 de septiembre de 1860 con un rápido movimiento táctico. Tras la decisiva victoria en la batalla de Volturno del ‘Dictador de las Dos Sicilias’, como se proclamó, Italia quedó unificada y bajo el mandato del rey Víctor Manuel, quedando Garibaldi como su virrey. Pero sus ideas radicales de reforma social y su deseo de reconquistar Roma a los franceses hicieron que los conservadores locales recelasen de él, aunque al mismo tiempo eran conscientes de que era más popular que el rey.

Con el Risorgimento casi terminado, Víctor Manuel le encargó que fuese al norte a repeler una vez más a los austriacos. Se reclutó otro ejército de voluntarios y Garibaldi puso rumbo a los Balcanes para luchar una vez más por su reino. Pero por el camino, no pudo evitar el deseo de que Roma debía ser italiana y tomó la decisión de abandonar su misión y, en su lugar, realizó un asalto contra la Ciudad Eterna. Casi como era de esperar, la aventura no salió bien y el Ejército Real italiano y el francés derrotaron de manera aplastante a las fuerzas de Garibaldi, que resultó herido y hecho prisionero. Poco después fue liberado, pero en 1866 le volvió a ser encomendada la tarea de enfrentarse a la amenaza permanente de Austria.

Volvió a triunfar y Venecia se incorporó al reino italiano, pero un año después, Garibaldi intentó conquistar Roma para Italia y fue derrotado una vez más. Dirigió una última campaña para ayudar a Francia contra Prusia, pero al comienzo de la década de 1880, estaba hastiado de la vida del combate. Lisiado por el reumatismo y su colección de heridas de guerra, se retiró a la isla de Caprera, que había poseído parcialmente desde 1855. En su vida de socialista y pacifista, sus métodos no siempre fueron justos ni correctos, pero sus ideas de los derechos de los trabajadores y la emancipación de la mujer sí que lo eran. Murió el 2 de junio de 1882 y es recordado como un combatiente y pensador imperfecto y adelantado a su tiempo tanto en los métodos de la guerra como en la visión social.